Tengo en mis manos
LOS TITERES EN BOLIVIA. Excelente presentación, fácil y amena lectura. Gran
cantidad de información. Divulgación de la historia y trayectoria de los
muñecos y de los hacedores de muñecos que de punta a punta -con sus teatrinos
al hombro- atravesaron toda Bolivia.
Yo soy ajeno a la
realidad. Pero ahora menos ajeno gracias a esta publicación. Ahora sé de las
andanzas del profesor “Sapala Piedra y su alumno Cachito”. También, gracias al
poema de González Tuñón he aprendido que los muñecos emprenden marchas de
dolientes, es que acostumbran a darle el último adiós a un compañero títere que
pasaba al mundo de los espíritus.
Bayardo Loredo,
joven titiritero se pregunta: ¿…de dónde proviene la energía, si es suya o mía?.
Cuestión que él se formula a raíz de su
experiencia con el Títere: Payaso Fenelón.
Grober nos hace
recorrer la historia de su país para así poder contextualizar la marcha de los muñecos, de los montajes, de
las funciones, de los teatrinos y de los teatros, incluido el del Parquecito
Vial, que ya es tiempo vuelva otra vez a marcar el paso -domingo a domingo-
para deleite de las familias bolivianas.
Me va saliendo
larga mi glosa. No es mi pretensión hacerla más extensa que cualquiera de los
artículos de la revista. Decir sí, que hay una foto que me llama la atención,es
la de la página cinco. Un niño apoya su cabeza al parecer sobre el cuerpo de su
mamá. El niño mira y observa con atención la performance de los títeres. Ella,
habla por celular. Podríamos decir que se está ocupando de cosas de mayores y
resolviendo un tema de trascendencia mayor a la que puedan representar los
muñecos, o tal vez está avisando a algún familiar: “no sabes lo que te estás
perdiendo”. El otro, se pierde “el aquí”,
el “nuestro espacio”, el “nuestro
contexto”, el “nuestra esencia”
Carlos Torres
Escritor y
cuentista peruano. Fanático de los títeres
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