Por: Grober
Pretender que una ciudad como la nuestra se convierta en la capital de los muñecos y otros objetos animados, es un horizonte con rasgos de utopía. Más que pretender alcanzar una etiqueta, un título o una nominación vacía, es un desafío: supone recuperar los títeres para el goce y disfrute de toda la sociedad… no solamente de los niños… y no solamente eso.
Pretender que una ciudad como la nuestra se convierta en la capital de los muñecos y otros objetos animados, es un horizonte con rasgos de utopía. Más que pretender alcanzar una etiqueta, un título o una nominación vacía, es un desafío: supone recuperar los títeres para el goce y disfrute de toda la sociedad… no solamente de los niños… y no solamente eso.
Pensarnos como CAPITAL DE LOS TÍTERES es -en primera instancia-
reconocer el valor y potencial de esta expresión artística; es saber discernir
entre “teatro de títeres” y “animación con muñecos”; es palpar su capacidad de llegada a los más diversos públicos; es también dejar
de considerarlo como “cosa fácil” que no amerita formación, esfuerzo,
dedicación, profesionalismo; es valorar los logros que desde Cochabamba se han
conseguido en la última década, superando con creces a los alcanzados en el
último siglo precedente en toda Bolivia. Es –finalmente- incorporar a los
títeres como parte de la identidad y orgullo valluno que brinda al país entero
una expresión artística renovada, amplia y vital.
Hacer de Cochabamba la CAPITAL DE LOS TÍTERES es una empresa que
también requiere identificar los
aspectos sobre los cuales es necesario intervenir, a saber:
El público. Llegar a él
en todos los espacios posibles pero con espectáculos de calidad lo hará crítico
y exigente; garantizará su compromiso, lealtad y apoyo. Los festivales
nacionales e internacionales son una vía para lograr este objetivo. Un siguiente
paso supondrá superar la etapa de espectador = consumidor al que se busca únicamente para que
asista a la obra o la temporada teatral y aporte unos pesos para solventar
algunos gastos; será transitar hacia la alianza
y compromiso con el espectador, enriqueciendo su bagaje de
conocimientos con información sobre
todas las facetas del arte de los títeres: historia, técnicas, producción
bibliográfica, aplicaciones pedagógicas y terapéuticas, eventos, temporadas,
espacios especializados, muestras permanentes y otros. Nuestro intento se ha plasmado en experiencias piloto
de Ferias Itinerantes de Títeres.
Las instituciones. Una
institucionalidad convencida de los alcances y potencialidad de los títeres
(por su capacidad de convocatoria, por su ductilidad de adaptarse a distintos
espacios, etc.) mostrará mayor disposición de apoyo. Los festivales, ferias,
talleres y otros emprendimientos necesarios para alcanzar lo esperado (capital
de los títeres) son y serán impensables sin el apoyo institucional. En todo
caso, serán pieza clave los interlocutores que deleguemos para la negociación:
habilidad, experiencia, conocimiento, persistencia y mucha paciencia. En
verdad, si bien es correcto hablar y exigir a la “institucionalidad”, todavía
vivimos bajo el arbitrio de personas que ocupan espacios de decisión en dichas
estructuras (sean públicas o privadas) con las que será imprescindible lidiar. El peor camino- ya probado- sera "dejarse tentar" y "caer en manos" del Estado o las ONGs para producir panfletos patrioteros o de campañas de los donantes que si bien generaran ingresos económicos para los titiriteros... no permitirán el desarrollo del arte.
Los titiriteros. “No
bajar los brazos nunca”. Los niveles de calidad alcanzados deben ser
considerados como la base de un mayor desarrollo: formación permanente,
innovación, apertura a nuevas posibilidades, intercambio, trabajo profesional,
formación de nuevas generaciones, apertura de espacios para los títeres,
generación de nuevas propuestas y eventos. Es impensable que haya titiriteros
que no vean el trabajo de otros titiriteros… Sobrevivir no es suficiente, el horizonte está más allá del ombligo.
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