Y es que aunque las artes articulen nuestra forma de vida,
contamos nuestros centavos con mucha consciencia, comemos sano porque sabemos
que no habrá sistema de salud que nos atienda.
A pesar del bajo costo de las entradas del Festitíteres (para ser internacional), aún no entraba en el presupuesto de muchas
familias trabajadoras.
¿Seguirán siendo estas expresiones para quien las pueda
pagar? ¿Cuántos creen que el Estado debe garantizar el acceso a ellas? ¿Podrían
llegar a considerarse un derecho en un país que ni servicios básicos puede garantizar a sus ciudadanos, que desvaloriza su trabajo y anhelos? Hoy miles ni siquiera pueden regresar a su hogar. Y muchos están pasando hambre, poniéndose con
ello más susceptibles a cualquier enfermedad.
Nosotros podemos trabajar puertas adentro, administrar
cuidadosamente nuestras horas del día, cuidar un pequeño huerto, observar el ritmo del país... Abrir las maletas de títeres pero...
¿Quién necesita a los títeres?
¿Dejará algún día de ser “títere” un insulto?
¿Dejará algún día de ser “títere” un insulto?
¿Contamos los unos con los otros?
¿Quién es prescindible? ¿Quién decide de quién prescindiremos?¿Estamos preparados para lo que
vendrá? ¿Está bien alimentada nuestra gente?
Junto a estas, palidecen otras preguntas que nos atañen… ¿Es
sostenible la actividad de titiriteras y titiriteros? ¿Cuántas y cuántos
habemos? ¿En qué situación? Cuando todo esto pase, ¿cuántos quedarán? ¿La
sociedad necesitará la magia y alegría que decimos dar? ¿Seremos capaces de
proveérsela? ¿Sobrevivirá en nosotras? ¿Volverá el Festitíteres?
La Caravana de los títeres quedó archivada hace años por razones
obvias. En enero, con esfuerzo, pudo renacer el Titedanzante, nuestro festival de repertorio
cancelado por el odio desatado en noviembre en nuestro país.
Seguimos, a pesar de todo, preparando el reencuentro y el abrazo.